miércoles, 16 de junio de 2010

Cuento No.2 (Segunda parte)

...Un prendedor que sostenía el fino cabello de una niña de unos seis años. Pasó de la mano de su madre y ella lo miró con curiosidad y alegría a pesar de su desagradable aspecto. Sin duda la mirada de un infante.

Entonces su mente comenzó a divagar en el pasado, en los tiempos en el que era un niño. Se miró jugando en el jardín de la casa de su madre. Su hermana traía un sencillo y reluciente prendedor que sujetaba sus risos, aunque algunos se escapaban cayendo sobre sus hombros y frente. ¡Reían mucho!

Momentos de apretada reflexión aterrizaron en su mente marchita, el sentimiento le trastornó y se sintió distante una vez más. Extrañaba ese recuerdo, esa paz y sencilla alegría.
Lo pudo recordar todo en un instante, como un rollo de película enfrascado en el tiempo y la negación. Su niñez, adolescencia desenfrenada, su intento por madurar.

“Mi vida solía ser un intento”, se dijo. Recordó lo que le llevó hasta ese punto de miseria y vacío, pero sólo lo horrorizó… le horrorizó recordar la verdad.

El nunca fue un mal tipo y ni siquiera oía voces como los otros indigentes del parque, no estaba loco. Sencillamente no pudo con todo lo que se le exigía. Su trabajo era agotador y nunca le agradecían su esfuerzo. Su mujer era digna de todo un análisis psiquiátrico y siempre pensaba con una mueca torcida que podría ser el amor ideal de su jefe. La rutina le secó los ánimos y de pronto se halló frente a una realidad que no pudo tolerar. Comenzó a odiarse a sí mismo y a su entorno, comenzó a amargarse desde adentro. Se sintió solo en una vida absurda, un mal chiste.

Fue cuando se le ocurrió dejarlo todo que encontró un poco de paz. Y lo hizo de la manera más radical que pudo. Lo dejó todo y eventualmente, todo lo dejó a él.

Una esperanza de cambio le pasó, pero fue demasiado rápido. Ya había hecho demasiados esfuerzos sin resultado alguno y encontrándose harto de los intentos fallidos, se decidió por seguir igual.

Pensó que la inacción no traía consecuencias y por lo tanto seguir viviendo en las calles era la solución. Sin prisas, sin preocupaciones, libre de desilusiones.
Y de esa forma siguió sus días, provocando lástima… y odio.


Treinta años atrás un joven de unos veintitantos esperaba impaciente de pie afuera de una florería, mientras silbaba un tono alegre. De repente fue empujado accidentalmente por un hombre de avanzada edad a un charco bajo la acera.
-¡Viejo estúpido!, ¿ por qué no te fijas?, ¡No haces mas que estorbar a los demás!
- Alvaro, ya déjalo, sólo es un vagabundo. Ahora ayúdame con esto- la bella joven salía con un modesto arreglo floral en las manos- nuestra madre no esperará todo el día.

2 comentarios:

  1. Muy bueno! Y sí siempre te preguntas cuál es la historia de esas personas que pretendemos no ver, pero están ahi... siempre pensando en lo que fué, nunca en lo que vendrá; podría parecer fácil una vida así pero no lo creo, vivir sin percibir un poco de futuro en nuestras vidas imagino que no es nada fácil.
    Te recomiendo una película que se llama "El solista" si aun no la ves... tiene mucho que ver con tu cuento.
    Sigue escribiendo! :D

    ResponderEliminar
  2. Me agradó, tiene un ritmo coherente y el manejo de tiempos es bueno, lo que no sé es porque en dos partes, tienes algún límite de caracteres o solo fue para que no pareciera largo.

    Incluso estoy tentado a probar la vida de vagabundo a ver si es como dice tu cuento.

    ResponderEliminar

Adelante, escríbale...